viernes, 18 de noviembre de 2011

AL OTRO LADO DEL MAR ROJO:

AL OTRO LADO DEL MAR ROJO:
“Una cosa es con guitarra y otra cosa con cajón”
                                                                                                                                                            

Cuando Moisés guió al pueblo de Jehová (o Jahvé) hacia la tierra prometida, realizó tal vez más que una hazaña bíblica. Fue a todas luces un grito de libertad de un pueblo que sometido al yugo de Egipto, habían olvidado la idea de ser libre. Moisés fue el “enviado”; el hombre de valor, elegido para cumplir el rol de guiar a su pueblo a la libertad. Para ello tuvo de por medio el gran apoyo de su Dios, con poderes que este le había asignado para tal fin. Estaba escrito.

El encargo era liberar a su pueblo y enrumbarlo a la tierra prometida ¿Hasta dónde llegaba este encargo? Podríamos imaginar tres escenas:

Primero: Que el encargo de Moisés solo haya sido hasta pasar el Mar Rojo. Asegurar que el pueblo israelí esté libre de toda amenaza del ejército del faraón. De haber sido así, era entonces necesario que al otro lado del Mar Rojo Moisés deje el mando y él mismo se defina (o le asignen) un nuevo rol. El profeta tendría que entregar al nuevo mando el mapa hacia la tierra prometida y luego seguir como uno más.
Segundo: Fue como cuenta la Biblia, que el encargo de Moisés fue aproximarlos a la tierra prometida; es decir al objetivo que se habían trazado. Y para ello a Moisés ya no le bastaba con los preceptos que estaban planteados antes del paso del Mar Rojo. Era necesario organizar el caminar, que duró muchas décadas. Fue por ello que, en esa ruta Moisés se amparó en las tablas de la Ley con los Diez mandamientos del mundo cristiano. Mandamientos que fueron dictados a Moisés por su Dios y enunciados por él a un pueblo que estaba perdido en la barbarie, que dudaba del líder y había salido del rumbo de su objetivo.
Tercero: Como no sucedió según la biblia. Que Moisés haya llegado a la Tierra prometida, o mejor dicho, retornado al territorio de sus antepasados. Entonces Moisés tenía el encargo de gobernar a su pueblo y guiarlos a la prosperidad. Posiblemente no hubieran bastado los Diez mandamientos para ello, eran necesario nuevas leyes, nuevas reglas. Es imposible saber si Moisés hubiera cedido el poder a alguien o hubiera compartido el gobierno. Pero una respuesta del tipo de gobierno nos dan los Reyes que gobernaron luego su nación.

Como en la historia de Moisés, el mundo nos ha llenado de líderes que han cumplido importantes roles frente a la libertad y la lucha por ella. Que han logrado el gran trabajo de “hacer cruzar el Mar Rojo” a sus pueblos. Pocas veces la historia nos refiere de líderes que, una vez, al otro lado del mar rojo, dan por cumplido su rol y sueltan las riendas de su encargo para buscar nuevos líderes. Se mantienen al frente, siempre bajo el pretexto de “los guiaré hasta que sepan cómo llegar al objetivo”.
Y también la historia nos refiere de líderes que aún en “la tierra prometida” no dejan su rol y continúan en la dirección de su pueblo para atribuirse el encargo de gobernarlos. En ese caso son muy pocos los ejemplos donde estos líderes realmente terminan amados por su pueblo.

¿Es que los líderes son solo para un encargo? ¿O acaso los líderes, que dirigieron la lucha, deben ser además los gobernantes?
Los líderes que antaño fueron los luchadores sociales, cuando la Paz, a veces terminan añorando viejos tiempos. Cuando Gobierno, ellos mismos reniegan de su posición de Estado y buscan que seguir siendo los dirigentes de las masas.
Lula, en Brasil, posiblemente sea uno de los pocos luchadores sociales que aceptaron las reglas de juego de la democracia de su país, y asumió su realidad: que una cosa es con cajón y otra con Guitarra.
Pero hay gobernantes que no siempre parecen aceptar su realidad. Añoran los tiempos de lucha, pero sobre todo extrañan seguir siendo la inspiración y los ídolos de su pueblo, cuando eran queridos y hasta idolatrados.
Muchos de los gobernantes en el Perú, desde el propio Presidente Humala, Presidentes Regionales y hasta alcaldes, antaño luchadores sociales, seguro con frecuencia recuerdan esos días cuando, levantados en hombros emergían como los guerreros del frente de batalla. Hoy, cuando de gobernar se trata es necesario aceptar el nuevo rol de Gobierno.
La no aceptación seguramente les genera un fuerte conflicto existencial, que va, entre seguir siendo el líder querido por todos, o el gobernante de un Estado con sus reglas y complejidades. De no aceptarse,  los populismos exacerbados e inclusive las prácticas poco democráticas podrían surgir.
Para muchos de estos líderes, es un reto aceptarse “al otro lado del Mar Rojo”.

Saludos,

Omar Varillas
DIALOGA
CARE Perú

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