martes, 11 de octubre de 2011

La institucionalidad forestal que aspiramos

Aportes para el diseño participativo de la institucionalidad forestal en el Perú

Por Rodrigo Arce Rojas
Lima, setiembre del 2011

Una reflexión profunda sobre la situación actual del tema forestal en el Perú ha llevado a muchos profesionales, usuarios y otros involucrados (as) a reconocer que uno de los temas clave que tenemos que trabajar se refiere a la institucionalidad forestal. En este artículo el concepto de institucionalidad comprende instituciones, normas, acuerdos y arreglos sociales.

Si bien es cierto que los diagnósticos son importantes no nos vamos a quedar en el inventario de las quejas o de las lamentaciones. Necesitamos incorporar a la discusión un matiz mucho más proactivo concordante con las diferentes iniciativas de revitalización organizacional que vemos en diferentes puntos del país. Esta tarea requiere el concurso de todos y cada uno de los involucrados (as) en la temática forestal y no se trata de buscar quién tiene la razón sino de buscar pautas que nos ayuden a todos a una prefiguración de la institucionalidad forestal que queremos.

Si queremos pensar en cómo delinear la institucionalidad forestal lo primero que tendríamos que hacer es reconocer el entorno en el que nos desenvolvemos. Hablaré de un entorno mayor y un entorno menor.

El entorno mayor se refiere a los procesos globales y megatendencias. Es indudable que la tierra está mandando mensajes claros sobre el comportamiento humano. La evaluación de ecosistemas del milenio tiene una conclusión contundente: tenemos que empezar a preocuparnos seriamente sobre la calidad del ambiente si no que queremos poner en riesgo la viabilidad misma de la vida en la tierra. De otro lado, vemos que la madera es uno de los pocos productos con crecimiento sostenido lo que no quiere decir que la provisión sea sostenible. Cada vez también los productos forestales considerados no maderables van dando evidencias de importante participación en los mercados. Ni que hablar de los servicios ambientales que han adquirido ciudadanía en el espectro de posibilidades de articulación al mercado.

Encontramos además que las instituciones se hacen cada vez más horizontales y democráticas, se gestiona el talento humano, se gestiona la información, las ideas y los procesos de aprendizaje. Es interesante reconocer que se rompen barreras de todo tipo para hacer que las instituciones tengan mayor capacidad de adaptación a la complejidad y el cambio, signos de nuestro tiempo. Ello como consecuencia de los propios procesos de desarrollo organizacional pero también por las exigencias de la sociedad civil que demandan que sus instituciones sean cada vez más eficaces, eficientes, transparentes y con responsabilidad social y ambiental. Estos elementos del entorno mayor son importantes a considerar si es que queremos diseñar instituciones a la altura de los tiempos.

En el entorno menor, la estructura socioeconómica, cultural y política del país. Encontramos dos grandes percepciones de la colectividad. Una primera percepción positiva habla de la belleza paisajística, de las diversas iniciativas en torno a certificación y sellos verdes, las iniciativas de diálogo social e incluso la contribución económica de lo forestal a la economía nacional. Una segunda percepción habla de la corrupción, la ingobernabilidad, las mafias, las actividades ilegales, el no-manejo forestal en nombre del manejo, entre otras perlas. Aquí no es necesario enfadarse gastando tiempo si todo lo que se dice de nosotros es cierto o no es cierto sino tomar en cuenta todos estos factores para diseñar una institucionalidad forestal tal como la soñamos.

En lo interno encontramos que la institucionalidad forestal, a despecho del incremento de organizaciones, incremento del volumen de recursos manejados o de personal involucrado no está dando siempre resultados tangibles en el manejo forestal sostenible. Al margen de los interesantes logros en certificación forestal, de los espacios de diálogo y concertación forestal, del desarrollo tecnológico en plantaciones forestales, el mayor proceso por el que ha apostado el país - las concesiones forestales – acusa una serie de problemas que ameritan una rápida reacción de todos los involucrados (as). Seguramente hay muchísimos logros más y podríamos construir entre todos el inventario feliz de nuestros logros, lo que estamos diciendo es que el balance demanda respuestas rápidas de nuestra parte.

Consecuentemente, si queremos hablar de institucionalidad forestal tendríamos que pensar en dos dimensiones: una primera dimensión que se refiere a institucionalidad como conjunto sinergético de organizaciones públicas y privadas que trabajan  por un objetivo común: la conservación y el manejo forestal sostenible y por tanto la calidad de vida de la población peruana.

La otra dimensión se refiere a la individualización de las organizaciones que conforman en conjunto la institucionalidad. Vamos hablar de cada una de ellas y luego hacer la necesaria interacción.

Entonces, si queremos una institucionalidad acorde con las exigencias de los tiempos y el manejo forestal sostenible tenemos que partir diciendo que esa institucionalidad tiene que partir de una visión común y objetivos estratégicos compartidos. Mantener un estilo de perfilismo institucional, o peor aún un ostracismo institucional no ayuda a encontrar agendas, acciones y emprendimientos conjuntos. Entonces necesitamos tender puentes que nos lleven a utilizar de manera más inteligente los siempre escasos recursos materiales y pongamos en valor el talento humano conjunto. Quiere decir entonces que necesitamos la herramienta maestra que nos permita trabajar mirando una sola dirección, administrando la diversidad. Ese papel lo puede cumplir un Sistema de Gestión Forestal o una Estrategia Nacional Forestal actualizada.

Pero no es sólo un factor de gestión. También tenemos que tener presente el desarrollo de condiciones que permitan ese trabajo conjunto. Un “pegamento afectivo” que favorezca que todos desarrollen condiciones de confianza, solidaridad, reciprocidad. Nos estamos refiriendo a la necesidad de avanzar en una propuesta de construcción de capital social en lo forestal de tal manera que sea uno de los factores clave de desarrollo de la institucionalidad.

A los objetivos comunes y las relaciones de confianza y reciprocidad hay que complementarle con el marco legal y político que favorezca un desarrollo institucional forestal. Consecuentemente la implementación de un Sistema de Gestión Forestal que articule los diferentes niveles de administración forestal (nacional, subnacional y local), la actualización de la Estrategia Nacional Forestal, la recuperación de la Mesa Nacional de Diálogo y Concertación Forestal son algunas de las condiciones necesarias. Está demostrado que la politización institucional, el verticalismo, el aislamiento o la arrogancia de sentirse autoridad, la moral de doble estándar no contribuyen a una institucionalidad sólida. Por ello es importante que la gestión  forestal recupere el más alto rango jerárquico posible en la estructura del Estado a nivel nacional. Por lo mismo a nivel regional se le debe dar el respaldo político, los medios y recursos que permitan que las Gerencias de Recursos Naturales hagan su papel para contribuir a la gobernabilidad forestal. Será importante además facilitar un proceso que favorezca un papel más proactivo de los gobiernos locales en las iniciativas de conservación y aprovechamiento sostenible de los ecosistemas forestales.

Para todos es claro que hay que fortalecer el proceso de descentralización forestal. Para ello hay que concordar inteligentemente competencias, funciones y atribuciones para que no haya pisadas de talones. Pero tampoco es plausible que con argumentos de desconfianza en las capacidades locales se mantengan funciones de manera centralista. Por lo mismo la gobernanza a nivel regional y local debe estar a la altura de  los retos del manejo forestal sostenible para que no se construyan pequeños feudos donde reine el compadrazgo o el amiguismo. Necesitamos desterrar viejos hábitos que no han contribuido a construir una institucionalidad sólida y confiable. De ahí la importancia de la participación más amplia, la transparencia y los mecanismos de vigilancia y veeduría social para construir confianza elemento fundamental del capital social.

Necesitamos una institucionalidad coherentemente organizada para que las diferentes funciones de planificación, gestión, investigación, desarrollo, jurisdiccionales estén claramente distribuidas. Es importante que eliminemos de una vez por todo el carácter de juez y parte que se encuentra en algunas instituciones públicas.

En la segunda dimensión, la dimensión institucional, tenemos que trabajar para que haya instituciones con visiones, objetivos y estrategias claras conjugadas con el documento forestal rector. Necesitamos que exista liderazgo democrático y transformacional para que gestione de manera más eficiente su talento humano. Es importante que identifiquen bien cuál es su negocio y quiénes son sus clientes. A estas alturas está claro que la gestión forestal sostenible no es gestión de árboles sino de personas. Está claro por tanto que la razón de ser del manejo forestal sostenible se refiere a la persona humana, pero no sólo un tipo de personas, sino el colectivo nacional en sus diferentes escalas. Aquí el papel de los pueblos indígenas, con más de diez millones de hectáreas de territorios, es fundamental. Si esto es así, necesitamos instituciones con apertura, no aislacionistas; instituciones sensibles, no desconectadas de la realidad; instituciones integradoras, no perfilistas; instituciones ágiles, no anquilosadas en el pasado, con capacidad de respuesta y acción rápida; instituciones transparentes, no coludidas con los grupos de poder político y económico; instituciones que aprenden, no instituciones que se aferran ciegamente a sus procedimientos y marcos legales; instituciones que se recrean y se reinventan permanentemente, no estáticas; instituciones que consideran a sus empleados y usuarios como socios, no como beneficiarios.

A nivel institucional hay que impulsar procesos profundos de desarrollo organizacional y gestión del cambio. Hay que prepararse para la complejidad y la incertidumbre. Hay que invertir para que los talentos humanos desplieguen al máximo sus capacidades pero sobre todo hay que renovar compromisos con los usuarios teniendo presente que ellos son la razón de ser de nuestras funciones y actividades. En todo este buen ordenamiento es el bosque el que sale ganando. Las Leyes poco pueden hacer si es que no hay un marco institucional y político decidido a trabajar inteligentemente la implementación del manejo forestal. Se requiere mucha apertura, flexibilidad para reaccionar rápidamente  frente a las limitaciones y obstáculos que la realidad nos va evidenciando. Por ello es importante fortalecer redes de aprendizaje, conocimiento y acción, no sólo al interior de las instituciones sino entre todos los involucrados.

Aunque todos somos conscientes de la necesidad de enriquecer permanentemente el marco legal en el marco de un enfoque de mejora continua ello no debe implicar retrocesos con relación a los importantes avances alcanzados. La reciente incorporación del proceso de consulta previa a los pueblos indígenas en el sector forestal es una señal positiva de respeto e inclusión social.

Ya no es posible quedarse en la reduccionista posición de velar sólo por el lucro sino que existe la necesidad de desarrollar negocios sociales y ambientalmente responsables. Tampoco la sociedad civil está dispuesta a tolerarlo. Necesitamos por tanto avanzar de posiciones confrontacionales a posiciones que favorezcan la cohesión social. Felizmente hay algunas luces en el camino que nos hacen ser optimistas. Sin embargo, no hay que bajar la guardia porque en el país todavía existe una agenda pendiente de redistribución del poder. De ahí que la democracia participativa sea un excelente complemento en la agenda forestal nacional.

El reto es que desde los espacios de diálogo y concertación forestal, los capítulos de Ingenieros Forestales, las organizaciones forestales varias, discutamos y hagamos propuestas de la institucionalidad forestal que soñamos. Hay que empezar con sueños para avanzar pero luego tener la voluntad decidida de hacer esos sueños realidad.


 











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