Por: Rodrigo Arce Rojas
Ingeniero Forestal
Lima, Perú
Apostar por el manejo forestal comunitario en la Amazonía peruana implica reconocer que a la fecha un importante grupo de actores locales no ha recibido suficiente atención en las políticas públicas y por lo tanto es una deuda que el Estado y la sociedad peruana tiene que asumir en su real dimensión. Son múltiples razones que sustentan esta posición tanto por razones socioculturales como por razones económicas y ambientales.
Más de 10 millones de hectáreas de bosques se encuentran en manos de los pueblos indígenas mientras que las concesiones forestales maderables abarcan unas 7 millones de hectáreas. Hasta ahora el apoyo mayoritario ha sido direccionado a las concesiones forestales maderables con resultados disímiles. Por una cuestión de equidad e inclusión social corresponde ahora ponerle especial atención al manejo forestal comunitario entendido no sólo desde una perspectiva de madera sino de bienes y servicios de los ecosistemas forestales. Esto es mucho más coherente con la cosmovisión indígena amazónica.
Aunque en el país existe una norma que diferencia niveles de exigencia administrativa y técnica según la intensidad de aprovechamiento, en la práctica, para los niveles comerciales de aprovechamiento forestal, se traslada el modelo de manejo de las concesiones forestales al aprovechamiento forestal en comunidades y ahí encontramos uno de los factores clave de las dificultades que ha tenido el manejo forestal comunitario para avanzar de una manera más contundente. No sólo se trata de trámites engorrosos, largos y costosos sino que la expedición de los permisos forestales es tan lenta que no contribuye a que el manejo forestal comunitario se torne una opción atractiva.
Otro tema refiere a los planes de manejo forestal. Reconociendo su importancia como herramienta de gestión que asegure la sostenibilidad del bosque y por tanto del negocio forestal, es necesario repensar los contenidos fundamentales que debe tener un plan de manejo de tal modo que haciéndola más ágil cumpla efectivamente su rol de sostenibilidad. No obstante, no hay que descuidar el hecho que estas ventanas, si no son adecuadamente manejadas, terminan favoreciendo a los terceros, aspecto que justamente queremos superar. Por ello habrá que tomar las debidas previsiones para evitar nuevas formas de afectar la integridad de los bosques comunitarios.
Un tema clave que se requiere sincerar es el tema del uso de las tecnologías de aprovechamiento forestal. La selección final deberá tomar muy en cuenta un balance de costos con enfoque sistémico para dar cuenta de todo el proceso y no quedarse sólo en indicadores fragmentarios que podrían ser engañosos. No se trata de estigmatizar determinada tecnología sino de analizar y encontrar su verdadera pertinencia tanto desde el punto de vista económico como de los impactos socioculturales y ambientales.
El manejo forestal es relativamente costoso. Cuando hay suficientes niveles de inversión esto no debería ser un problema por cuanto la operación paga y no hay problemas en esperar un largo periodo para que se vean tangiblemente los retornos a la inversión. El problema está cuando no existen los fondos económicos necesarios desde los recursos de la comunidad. Esta realidad ha terminado por que las comunidades opten por establecer relaciones comerciales con terceros la mayoría de las veces bajo relaciones asimétricas que terminan afectando los bosques y a la propia comunidad. Esta situación definitivamente tiene que cambiar: o se generan condiciones para el manejo directo de bosques por las propias comunidades o se busca que las relaciones con terceros se realicen en condiciones mutuamente ventajosas para los actores y garantizando los procesos y funciones de los bosques para que mantengan sus capacidades productivas y reproductivas.
No se trata de inducir a nadie para que establezcan relaciones con terceros. Esta debe ser decisión de cada comunidad, y contando con el acompañamiento técnico y legal de su federación u organización aliada local, pueda elegir un sistema de muto beneficio y, fundamentalmente, asegure la sostenibilidad del bosque. Existen algunas experiencias interesantes en Latinoamérica donde se están dando experiencias interesantes de asocio entre comunidades y empresas y habrá que aprender de sus aciertos y sus errores para encontrar pautas que ayuden a definir relaciones de respeto y de equidad. La experiencia de la Veeduría Forestal Comunitaria en Ucayali que ayuda a que las comunidades puedan establecer negocios más equitativos y sostenibles es una esperanzadora alternativa de control social local que debería ser apoyada y reforzada.
Consecuentemente, la política forestal nacional debe tener un objetivo explícito de equidad e inclusión social a través del decidido apoyo al manejo forestal comunitario diversificado. Una institucionalidad forestal coherente en los tres niveles de gobierno debe acompañar este proceso y se debe garantizar que el sistema de gestión forestal atienda apropiadamente el desarrollo del manejo forestal comunitario.
Queda claro que el desarrollo del manejo forestal comunitario no es únicamente responsabilidad de las propias comunidades sino que es un esfuerzo y responsabilidad del conjunto de los actores. En el marco de las interacciones complejas hay un rol que cumplir para hacer sinergias a favor del manejo forestal comunitario. A nivel de la propia comunidad existe el reto de fortalecer la gobernanza local e incluye una apuesta clara por liderazgos claros y un ética dirigencial que coadyuve a que se realicen los negocios forestales en un marco de transparencia y rendición de cuentas.
Los necesarios procesos de fortalecimiento de capacidades de los actores comunitarios, la asistencia técnica y legal, la búsqueda de mercados y de mecanismos de financiamiento tienen que darse con enfoque de interculturalidad y de equidad de género. Existe el reto de construir una teoría y metodologías para la realización de negocios culturalmente sensibles. La incursión a negocios forestales no tiene que ir necesariamente acompañada de pérdida de la identidad o de los valores de solidaridad y reciprocidad. Es la propia comunidad la que decide realistamente la envergadura del negocio forestal o el grado de articulación a los mercados. Sea que definan fortalecer su incursión al mercado o sea que decidan fortalecer la conservación de sus bosques y atender sus necesidades del buen vivir el rol de los actores externos es acompañar los procesos que autónomamente defina la comunidad.
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